Amigos,
creyentes,
y lúcidos herejes
como quien aquí
despechadamente habla.
¿Puede un hombre reconocer,
creyentes,
y lúcidos herejes
como quien aquí
despechadamente habla.
¿Puede un hombre reconocer,
el fin de una dialéctica?
¿El sin razón de las palabras?
¿Caer en goce de su error y
desparramar caricias más ternuras,
para comenzar el día acompañado?
¿El sin razón de las palabras?
¿Caer en goce de su error y
desparramar caricias más ternuras,
para comenzar el día acompañado?
¡Más bien que puede!
¡PERO NO DEBE,
abrir su corazón sangrante,
para convertirse en presa,
de esa
desfalada rapaz arpía desamorada,
a tu lado sosegada.
¡PERO NO DEBE,
abrir su corazón sangrante,
para convertirse en presa,
de esa
desfalada rapaz arpía desamorada,
a tu lado sosegada.
Así hablaba un sabio conocido.
Más no habiéndole hecho caso,
hoy maltrecho lo reniego
por su justa conjetura:
"No confíes en ser vivo,
que sangrando cinco días
cada treinta que se amansa,
sigue vivo y deambulando."
